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Otras fases finales en pos de la Primera División

El Real Oviedo ha disputado numerosas eliminatorias y liguillas para jugar en la máxima categoría del fútbol español

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La fase de ascenso que va a comenzar a disputar el Real Oviedo este fin de semana se suma a otras muchas fases finales por una plaza en Primera División que ha disputado el club carbayón en su casi centenaria historia.

Fase de ascenso, fase final, promoción… Son términos más o menos sinónimos que se hallan íntimamente ligados al fútbol español desde el momento en que nacieron las competiciones balompédicas regladas en formato de liga, en la cual los equipos juegan todos contra todos y se establece una clasificación basada en los puntos sumados por cada uno de los conjuntos.

Podríamos definir esos términos como una segunda fase competitiva que disputan únicamente algunos equipos al finalizar la fase regular de la liga y supone otra oportunidad para lograr determinados objetivos no alcanzados en la primera, principalmente el ascenso a la categoría superior o la permanencia en la misma división de cara a la siguiente campaña.

La fase final que podríamos entender como clásica es la que enfrenta a unos pocos equipos, una vez concluida la liga y por el sistema de eliminatorias con partidos de ida y vuelta, y que otorga a los vencedores el ascenso o la salvación que no pudieron lograr de manera directa tras disputar la competición regular.

La aceptación del profesionalismo en el fútbol de nuestro país en 1926 aceleró la creación del Campeonato Nacional de Liga, del que ya se llevaba tiempo hablando, con el principal objetivo de obtener más ingresos con la disputa de más partidos de carácter oficial en una nueva competición. El deporte del fútbol había cuajado tanto en poco tiempo, que en la segunda década del siglo XX ya no era solo una extraña actividad que practicaban mayormente jóvenes de clases acomodadas que lo habían descubierto al cursar estudios en el extranjero. Al contrario, se había convertido en un fenómeno cada vez más practicado y de amplio seguimiento para el cual necesitaban los clubes unos recursos económicos difícilmente alcanzables con las competiciones oficiales existentes hasta ese momento, como eran los distintos campeonatos regionales y la Copa del Rey, donde se medían los mejores en esos torneos de ámbito regional.

Pero el proceso de creación fue largo y tortuoso. Durante más de dos años el fútbol español vivió un enfrentamiento, con dos posturas dispares. Por un lado estaba el grupo de los llamados minimalistas, integrado por los seis clubes que tenían en sus vitrinas alguna Copa del Rey, los cuales defendían una liga exclusiva entre ellos. Enfrente ese encontraban los conocidos como maximalistas, equipos emergentes que no habían saboreado ningún título copero y que deseaban una liga con más participantes en la que poder integrarse.

Llegaron a convivir de forma paralela dos ligas, una entre los que habían sido campeones de España y otra entre el resto de aspirantes a jugar en esa Primera División que pretendían poner en funcionamiento, si bien la desorganización fue la tónica habitual en las dos, con multitud de alteraciones en los calendarios, partidos suspendidos, incomparecencias y otras vicisitudes que harían que fracasasen ambas, pues fueron suspendidas cuando aún restaban jornadas para su finalización.

El acuerdo al que finalmente se llegó fue el de constituir una liga con distintas categorías y una Primera División de 10 equipos; los seis campeones de Copa, los tres que habían alcanzado alguna final y seguían existiendo y el vencedor final de las eliminatorias que habrían de jugarse entre los aspirantes (los mejores de los campeonatos regionales).

Cobra sentido lo expuesto por cuanto como vigente campeón de Asturias el Real Oviedo participó en esas eliminatorias previas al inicio en nuestro país del torneo liguero, que podríamos catalogar como una promoción o fase final especial. Sin serlo de manera estricta, es equiparable, pues no en vano fue la primera vez, de las varias que llegarían después, en la que el equipo carbayón disputó eliminatorias que tenían como premio final jugar en la máxima categoría del torneo de la regularidad en la siguiente campaña.

En primera ronda los oviedistas quedaron emparejados con los zaragozanos del Iberia. Al jugarse en esta ocasión las eliminatorias a partido único se escogió Bilbao y el campo de San Mamés como escenario. En el choque fijado para el 25 de diciembre de 1928 el marcador final sería de empate a dos goles. Ante la escasez de luz se decidió que en vez de la preceptiva prórroga se disputase un segundo encuentro al día siguiente en el mismo estadio. En ese partido de desempate el conjunto carbayón ganaría por cuatro a dos.

La siguiente ronda llevaría al equipo oviedista hasta Valencia. El 13 de enero de 1929, en Mestalla y con el Real Betis como rival, se acabarían las ilusiones del Real Oviedo al caer por un gol a cero, tanto encajado en la prórroga (acordada a veinte minutos, pues de nuevo la visibilidad empezaba a escasear) que tuvo lugar al no haber goles durante el tiempo reglamentario.

Así fue como ese primer Campeonato Nacional de Liga comenzaría con retraso, pues correspondiendo a la temporada 1928-29, no dio inicio hasta febrero de 1929, con el Real Oviedo en Segunda División.

De ahí en adelante las fases finales al término de los torneos ligueros serían algo habitual, si bien no siempre existieron y los formatos empleados han sido variados a lo largo de los años. La experiencia del Real Oviedo en dichas fases finales ha sido bastante abundante. Frescas están en la memoria las disputadas, con distinta fortuna, en los primeros años del siglo actual, los denominados años en el barro, en los que el conjunto ovetense estuvo alejado del fútbol profesional, más preocupado por evitar la desaparición que por los resultados deportivos. Buscando sucesivos ascensos que permitiesen abandonar divisiones impropias para los oviedistas, el equipo carbayón se vio obligado a disputar varias fases finales al no estar en vigor entonces la reglamentación actual, la cual otorga el ascenso directo a los primeros clasificados.

Por contra, las fases finales disputadas por el Real Oviedo a lo largo del siglo XX han tenido en juego casi siempre una plaza para militar la temporada siguiente en Primera División, ya fuese buscando el ascenso o la permanencia. Evitar el descenso a Segunda División era el objetivo en las dos primeras que jugó el conjunto azul, ambas a partido único en la capital de España, contra equipos de la categoría inferior que pretendían ascender. En 1942 el Real Oviedo logró la salvación al ganar por tres goles a uno al Sabadell en el madrileño campo de Chamartín. En 1950, en esta ocasión en el estadio Metropolitano, el Real Murcia derrotó al equipo oviedista por dos a cero, lo que supuso el primer descenso de la historia para el equipo carbayón.

En los primeros años sesenta, tras salvar el descenso directo, el conjunto carbayón solventó con éxito otras dos fases finales, también frente a conjuntos de Segunda División, pero esta vez bajo el formato más habitual de eliminatorias con ida y vuelta en los campos de los contendientes. El Real Club Celta de Vigo en 1961 y el Hércules de Alicante en 1964 fueron los rivales. Dos figuras de nuestro fútbol como Luis Aragonés y Arsenio Iglesias, con la camiseta oviedista entonces, fueron los protagonistas respectivos de aquellos enfrentamientos, que se saldaron felizmente para el equipo asturiano.

La campaña 1997-98 fue la última en que se logró salvar la máxima categoría a través de una eliminatoria. Se hizo con gran sufrimiento en el partido de vuelta en Las Palmas, algo que no hacía presagiar el 3-0 del primer encuentro de la eliminatoria, disputado en el Tartiere (último partido celebrado en el municipal ovetense con mayoría de localidades de pie, antes de ser convertidas en asientos de acuerdo con la nueva normativa). Pese a que en el estadio Insular canario pronto se puso el marcador con 0-1, los amarillos anotaron tres goles y amenazaron seriamente con la remontada. En lo que ya empezaba a ser costumbre, se volvía a superar una eliminatoria para no bajar jugando el partido de ida como local.

Como equipo de Segunda División, el Real Oviedo ha disputado tres fases finales buscando ascender a la máxima categoría. Las dos primeras, consecutivas a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, tuvieron como formato una liguilla entre seis equipos (dos de Primera que luchaban por salvarse y cuatro de Segunda —entonces dividida en dos grupos— que buscaban ascender). Con dos plazas de ascenso y otras tantas de descenso determinadas de manera directa, la fase final ofrecía el premio de ser primerdivisionario en la siguiente campaña a los dos primeros clasificados de la liguilla, una vez disputadas las preceptivas diez jornadas (jugaban todos contra todos a doble vuelta), lo cual era posible al no estar los calendarios tan cargados como en la actualidad.

En ambas oportunidades el equipo carbayón se quedó a las puertas del lograr el objetivo, pues acabó tercero. Además quedó un amargo sabor de boca, pues durante muchos momentos el ascenso parecía logrado. En la primera ocasión, en la temporada 1954-55, el Real Oviedo llegó a la última jornada de la liguilla de promoción dependiendo de sí mismo; si ganaba en Zaragoza a un conjunto maño que nada se jugaba, ascendería. Pero es que incluso obtenía el ascenso si la Real Sociedad —el otro candidato— perdía su partido o si el conjunto donostiarra y el ovetense empataban sus respectivos choques. Pero mientras la Real cumplió y ganó su encuentro, el Real Oviedo no solo perdió el suyo, sino que además lo hizo por un escandaloso e inexplicable resultado: 7-0.

En la campaña siguiente, jugar la promoción constituyó para el Real Oviedo  una decepción, pues en la última jornada de la liga regular el conjunto carbayón habría ascendido de haber ganado el partido que disputaba en Sabadell. Pese a que los arlequinados no tenían nada en juego, los asturianos únicamente lograron empatar, con lo que repitieron como segundos y se vieron abocados a disputar la promoción. Y en ella volvieron a alcanzar el encuentro final; esta vez en Murcia. El Real Oviedo dependía de sí mismo; le servía el empate para dar el salto a la máxima categoría. Pese a que el Real Murcia no se jugaba nada, ganó por cuatro goles a uno.

Pese al nuevo y poco explicable batacazo sufrido, en la Capital del Principado se daba por hecho que la tercera plaza posibilitaría el ascenso, pues el primer puesto lo había logrado el equipo de la España Industrial que, como filial del FC Barcelona, no podía subir. Ya con anterioridad el equipo catalán había estado en la misma situación y se había visto obligado a renunciar a la plaza en Primera División. Pero esta vez cambiaría su nombre por el de Condal de Barcelona a la vez que rompía teóricamente su condición de equipo dependiente (en la práctica poco cambiaría) y el Real Oviedo volvió a quedarse sin premio.

Se da en el caso del conjunto oviedista una cierta paradoja; pese a que se trata de un equipo que históricamente tiene una trayectoria muy pobre en competiciones llamadas del KO, como la Copa, y cuyos principales logros se han producido en la Liga, torneo de la regularidad por excelencia, presenta muy buenos resultados en las fases finales disputadas por el sistema de eliminatoria y muy malos cuando el formato empleado ha sido el de la liguilla entre aspirantes, donde juegan todos contra todos.

Hasta ahora, la última ocasión en que el Real Oviedo buscó el ascenso a la máxima categoría a través de una eliminatoria fue al término de la temporada 1987-88. El fútbol español recuperaba las eliminatorias después de estar más de tres lustros ausentes, lo que fue una mala noticia para el equipo de la capital asturiana, pues el sistema vigente durante los años anteriores, sin fase final, otorgaba el ascenso directo a los tres primeros clasificados de Segunda División. De haberse mantenido el formato, el Real Oviedo habría ascendido gracias a su cuarto puesto en la clasificación final (el tercero había sido el Castilla que, dada su condición de equipo dependiente, no podía ascender).

Solventados los dos ascensos y los dos descensos directos —para los dos primeros clasificados en Segunda y los dos últimos en Primera respectivamente—, se estableció que habrían de jugarse otras dos plazas mediante eliminatorias a dos partidos que enfrentasen a los clasificados 17.º y 18.º de Primera con el 3.º y el 4.º de Segunda (4.º y 5.º en este caso por lo ya apuntado del Castilla).

Así fue como quedaron emparejados el Real Oviedo y el Real Mallorca, equipo este que a priori parecía más fuerte. Debía disputarse el partido de ida en el Carlos Tartiere, algo que en general, tampoco gustó demasiado, salvo para el entrenador de los azules, Vicente Miera, según sus declaraciones, realizadas ya fuese por verdadera convicción o como forma de motivación. Mientras que la otra eliminatoria entre el Real Murcia y el Rayo Vallecano parecía más igualada, todo apuntaba a que los carbayones partían como víctimas ante un conjunto mallorquín al que se le presumía mucho más potencial.

Al echar el balón a rodar en un Carlos Tartiere que lucía sus mejores galas, con un ambiente que hacía tiempo que no se recordaba, no eran demasiados los que apostaban por el conjunto azul. Pero lejos de que se cumpliesen los pronósticos, y dentro de lo trabados y poco vistosos que suelen ser estos partidos, los oviedistas no solo compitieron de tú a tú con los mallorquinistas sino que además les superaron en determinados momentos y a falta de diez minutos para que se llegase al tiempo reglamentario pusieron el 1-0 en el marcador gracias a un gol de Julià.

Cuando se acercaba el final del choque, un inocente penalti cometido por Bango caería como un jarro de agua fría sobre el Tartiere. Y más cuando se convirtió en el gol de la igualada que complicaba las aspiraciones de los locales.

Pero en la última jugada del partido, con un abundante tiempo de prolongación motivado por algunos incidentes ocurridos, un centro de Hicks mal despejado por el guardameta mallorquín llevó el balón a la frontal del área para que con un espectacular remate de cabeza, Carlos lo alojase en la portería rival y provocase el delirio en las gradas.

Con un gol de ventaja el Real Oviedo viajó a Palma conocedor del ambiente más que caldeado que se había preparado en la isla durante toda la semana. Y si bien en el estadio mallorquín del Luis Sitjar hubo una gran hostilidad, lejos de intimidarse, los oviedistas no sufrieron en demasía ante un conjunto local a quien le pudo la presión. No hubo goles y con ello el Real Oviedo certificó el ansiado ascenso a la máxima categoría del fútbol español, la primera vez que lo hacía a través de una fase final, pues en las cinco anteriores ocasiones el equipo asturiano había subido de manera directa, como campeón de la división.

Pese al tiempo transcurrido, aquel último ascenso difícilmente será olvidado por el colapso que originó en el centro de Asturias el recibimiento tributado a la expedición carbayona al regreso de Mallorca, con el aeropuerto de Asturias desbordado y un atasco monumental entre dicha instalación y la Capital del Principado. Tuvieron que intervenir la fuerzas policiales para abrir paso y que los protagonistas pudiesen llegar, aunque con retraso, a una ciudad donde otra multitud los esperaba para agasajarlos y celebrar conjuntamente el ansiado regreso a la máxima categoría por el que se llevaba esperando demasiado tiempo.

La fotografía que ilustra este texto muestra una imagen de 1988 en la que se ve a una multitud de gente echada a la calle para saludar a la expedición del Real Oviedo a su paso por Avilés y celebrar su ascenso a Primera División.

CONSEJO DE HISTORIA